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En saber más sobre la película "El fabuloso destino de Amélie Poulain"

 

Amélie no tiene novio, lo intentó una o dos veces, pero los resultados la desanimaron. En su lugar Amélie ha cultivado un gusto por los pequeños placeres, como… meter la mano en un saco lleno de guisantes… romper la capita de azúcar cristalizado de una crema catalana con una cuchara … verle la cara en la oscuridad en el cine a la gente… lanzar piedras en el canal de San Martín…o tratar de adivinar cuántas parejas están teniendo un orgasmo en París en ese mismo momento... (¡15! Como ella dice mirando a la cámara).

 

 

 

Pero el 30 de agosto de 1997 ocurre el evento que cambiará la vida de Amélie. Tras una serie de circunstancias por el shock ocasionado al enterarse por televisión del accidente de Lady Di, descubre tras una losa de su baño el pequeño tesoro guardado por un niño hace cuarenta años. Fascinada por el hallazgo, el 31 de agosto a las 4:00 de la madrugada, tiene una idea espectacular: dondequiera que esté, Amélie encontrará al dueño y le devolverá su tesoro. Si lo conmueve, se convertirá en una vengadora del bien. Si no, pues no...

 

 

 

Con la ayuda de su vecino Raymond (un anciano conocido como “el hombre de vidrio” por la debilidad de sus huesos, que lleva 20 años sin salir de casa y que sólo ve el mundo a través de la reproducción de un cuadro de Pierre-Auguste Renoir) y tras una larga búsqueda por toda la ciudad, Amélie consigue finalmente localizar al dueño del tesoro y devolvérselo de forma casual tras una estrategia muy original. El dueño no sólo se emociona profundamente al descubrir que toda su infancia estaba en esa cajita, sino que además se plantea mejorar su vida actual...

 

 

 

En ese momento Amélie tiene una sensación de completa armonía y decide volcarse hacia los demás para crearles felicidad en sus vidas.

 

 

 

De esta forma, inventa toda clase de estrategias de lo más originales y conmovedoras para intervenir, sin que se den cuenta, en la existencia de varias personas de su entorno...

 

 

  • Como cuando agarra del brazo a un ciego vagabundo y le da un rápido pero intenso paseo por un mercado mientras le susurra al oído todo lo que ella va viendo, produciendo en el ciego un estado de emoción inmesurable.
  • Cómo le hace olvidar a Georgette su carácter hipocondríaco y a Joseph su desdichada obsesión por Gina al provocar Amélie una situación de romance de lo más pasional entre ambos.
  • Cómo se venga del cruel frutero de su barrio quien humilla constantemente a su joven ayudante dejándolo en ridículo delante de todo el mundo.
  • O como cuando consigue sacar a su vecino Raymond de la obsesión por el cuadro de Renoir mediante el envío anónimo de videos donde se muestran hermosas escenas de lo más curiosas, que producen en el anciano una inmediata necesidad de expandir su mente más allá de lo que había hecho antes.
  • Y cuando Hipólito vuelve a cobrar ilusión por su literatura al descubrir una de sus estrofas pintada en una pared de la calle: “Sans toi, les émotions d’aujourd’hui ne seraient que la peau morte des emotions d’autrefois” ("Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las emociones de ayer").
  • Y sobre todo cuando, valiéndose de un gnomo de madera a quien su padre tenía especial cariño, logra que éste por fin decida hacer las maletas y emprender un viaje por el mundo.
  •  
Pero mientras todo esto sucede y nadie se preocupa por Amélie, ella se ve forzada de forma involuntaria a examinar y valorar su vida solitaria. Este sentimiento se agudiza especialmente tras conocer a Nino, un chico tan raro y soñador como ella, que trabaja medio día en “el tren del horror” y el otro medio en un sex shop, que colecciona las fotos que la gente va desechando en los fotomatones. Amélie siente fascinación por Nino pero prefiere un encuentro casual a una presentación directa. Lo intenta varias veces sin éxito y acaba dejándolo por imposible. Pero finalmente Raymond, le corresponde con la misma moneda a Amélie, incitándola a buscar lo que había dejado en un segundo plano: su propia felicidad. Así, Amélie, acaba felizmente en los brazos de Nino al que besa de la forma más sutil y complaciente que uno se pueda imaginar.